dimecres, 5 de desembre del 2007

Psicoanalistas en la ciudad



(Ponencia presentada en las III JORNADAS DE LA FUNDACIÓN EUROPEA PARA EL PSICOANÁLISIS. Barcelona, abril de 2000)

Hace algunos años tuve ocasión de oír la queja de un importante gestor cultural de esta ciudad. Decía el hombre -entre irritado y deprimido- que era imposible discutir con los psicoanalistas porque acaban con cualquier controversia por el método del lanzamiento de una interpretación terminante que hace callar al oponente. Debo decir que no me sorprendió su experiencia, aunque si me hizo pensar en lo paradójico que resulta que los psicoanalistas se distinguieran por hacer callar a alguien al presentarse como detentores de saber. La paradoja estriba -es evidente- en que el lugar que hay que suponerle a un psicoanalista es aquél que causa la palabra y que el saber que se le supone es el que le permite, desde esta posición, maniobrar para que aquella pueda ser escuchada.
Por otra parte es un lugar común decir que el psicoanálisis está poco arraigado en nuestra sociedad y atribuir tal debilidad a las enormes resistencias de las formas que toma la cultura hoy en el mundo. Si bien comparto el juicio sobre la débil implantación del psicoanálisis hoy y aquí, no comparto la hipótesis que lo atribuye a la resistencia del medio. No quiere esto decir que yo desconozca que el medio es resistente, desde luego lo es. Lo que me llama la atención es la homogeneidad del enunciado “el medio es resistente” con aquel que atribuye toda la resistencia en el análisis a los analizantes. Que uno y otros resistan no debería sorprender a nadie: resiste el discurso y los psicoanalistas también resisten. Me parece que es con la propia resistencia con lo que cada quien puede operar como medida imprescindible para tratar de la presencia del psicoanálisis en el mundo.
Sabemos que, desde el principio, despertó la desconfianza, el temor, la burla y la irrisión. Plantear la existencia de la otra escena en el reino del Yo debe, necesariamente, provocar reacciones intensas -como ha sido el caso a lo largo y a lo ancho de la historia- aunque también hay que decir que ha tenido valedores de gran peso intelectual y una indudable influencia en el mundo de las artes. No es ése el caso hoy. Para seguir avanzando debo decir que, a mi modo de ver, el lugar deseable para el psicoanálisis, no está en el centro de la cultura, sino que estaría más acorde con su potencialidad subversiva situarse en un margen. (Matizaré este punto más adelante).
Sucede que, aquí y ahora, se puede decir que está más allá de los márgenes, casi fuera del campo, lo que es muy otra cosa ya que atenta a la posibilidad de transmisión y de progreso en la producción teórica.

Hay, sin duda, una relación entre el lugar que ocupa el psicoanálisis en una cultura y la posición que toman los psicoanalistas en la misma. Para empezar se puede reconocer en el psicoanalista sabelotodo una figura más abundante de lo que sería de desear. Para éste y, a pesar de las severas advertencias de Freud en sentido contrario, el psicoanálisis es una “Welstanchaung“, una concepción del mundo, un todo-terreno hábil para transitar por cualquier territorio. Se hacen hasta predicciones que desmienten que quien las hace sepa que, si bien se puede reconstruir un camino que parte del síntoma para llegar - tras no pocos meandros- al fantasma que lo causa, no se puede, sin embargo, hacer el camino en sentido contrario. Dicho en palabras llanas, nadie sabe en qué adulto se convertirá un niño aquejado, como todos, de unos padres que fallan. El psicoanálisis como método y como teoría no debe cumplir las funciones de decodificador, aunque esa sea la demanda que recibe de lo social que no se distingue en eso de la demanda del consultante: -“explíqueme, déme sentido”-. -“Explique, de sentido”-.

Hay, a mi modo de ver, una correspondencia estricta entre la posición que quiere atribuir a un psicoanalista un saber sobre “todo” y las manifestaciones de algunos psicoanalistas que parecen creer que tienen un instrumento para dar razón de cuanto ocurre en el mundo. Se puede decir que hay un fantasma compartido desde ambos lados: es la esperanza de que “todo” se pueda decir, que “todo ello” se pueda explicar.
Si esta es una cara de la moneda de la presencia de los psicoanalistas en la cultura, no es desde luego, la única: hay muchos que trabajan, regularmente, fuera del dispositivo tradicional y reciben ahí otra versión de la misma demanda: se les piden técnicas que reduzcan el malestar que promueve la cultura en nuestro tiempo. Este malestar está presente, por ejemplo en las múltiples versiones de lo que se llama “familias desestructuradas”: encontramos sujetos perdidos en la miseria económica y en la desesperanza moral, oímos hablar de niños que afirman que de mayores quieren ser delincuentes porque ése es el mejor futuro que se les alcanza imaginar. No voy a hacer un catálogo de situaciones de pobreza, soledad y desesperanza, baste con decir que el margen, aquello que se consideraba lo marginal de la sociedad y por ende de la cultura se ha ensanchado mucho y parece tender a seguir creciendo peligrosamente. Ahí en ese espacio creciente algunos psicoanalistas trabajan como clínicos y también en lo que se conoce como tareas de formación: supervisiones, asesorías, cursos, etc. Trabajan con los que trabajan en ese margen: psicólogos, educadores, maestros, profesores, enfermeros, cuidadores, personal de limpieza, trabajadores sociales... Todos ellos, sometidos a una enorme presión, piden recursos: qué hay que hacer, cómo y cuándo hay que hacerlo.

Para leer el artículo completo, pulsar aquí.

Psicoanalistas en la ciudad.

Pilar Gómez

2 comentaris:

marta muhlrad ha dit...

Muy importante! Este es el debate que hay que sostener.

Que no quede aquí, todos tenemos algo que decir.

adelante,
Marta

Belnu ha dit...

Esta frase "Sólo desde la excentricidad se puede hacer oír al sujeto que habla y solo desde la suspensión de todo saber se podrán escuchar las palabras que digan de los avatares de la construcción de la subjetividad futura" me gusta mucho, me parece clave. A mí me desconcertó hace poco la actitud despectiva y arrogante de un psicoanalista que dejó comentarios en mi blog sobre una cuestión de nacionalismo. Yo no entendí de dónde venía esa superioridad. Aquí lo explica. Y también explica cuál podría ser la posición que yo sí he visto adoptar a otros psicoanalistas "en el mundo". También la necesidad de que el psicoanálisis siga siendo subversivo y crítico. Gracias por este texto!