dimecres, 23 de juliol del 2008

GÉNERO Y VIDA MEDICADA, por Carmen LAFUENTE






1- La diferencia entre el uso y el abuso de los psicofármacos

El tema que hoy nos convoca es la preocupación que suscita en muchos de nosotros la excesiva medicalización de aspectos de la vida que no se pueden considerar como patológicos. Es un hecho que en la sociedad actual nos encontramos cada vez más con sujetos que no soportan el menor dolor, ni la idea de sacrificio (o de la libra de carne a pagar como decía Lacan). Nuestra sociedad basada en el discurso capitalista, desmiente la idea de castración y difunde la ilusión de que el sujeto tiene acceso al objeto sin mediación alguna.

Es así que vemos como el discurso capitalista aliado al discurso de la ciencia nos proporciona un número cada vez mayor de productos para remediar cualquier malestar . Hace tiempo que se habla de la “farmacología cosmética” que se aplica a malestares que no pueden ser considerados patológicos como los duelos, la depresión postvacacional o la angustia del lunes por la mañana , es decir para mejorar el humor de las personas consideradas normales . Hay fármacos que prometen un atajo a la felicidad , el eterno bienestar, fantasía que el capitalismo promueve. Pero todo esto ¿ a costa de qué? ¿cómo queda reducida la subjetividad humana?

En el terreno que nos ocupa , el del ser humano, es preciso aclarar que hay signos que no son disfunciones como por ejemplo la angustia o la inhibición frente a un peligro y que la felicidad no es un continuo, sino que tiene altibajos y que además la no se la puede imponer como un bien de consumo más ya que entonces se convierte en un imperativo superyoico y deja de ser felicidad. El ser humano no puede prescindir de un cierto nivel de angustia en la lucha que la vida supone y es básico que conserve la capacidad para dirigir su propia vida desde la autonomía y la libertad.

Es importante diferenciar entre el abuso de los fármacos utilizados para promover una ilusión de omnipotencia , o de bienestar y el uso razonado y justificado de una medicación que puede paliar el sufrimiento que producen muchos de los trastornos con los que nos enfrentamos en la clínica diaria. Hay situaciones en las cuales o no es posible o no es suficiente el uso de la palabra que es nuestro único recurso como psicoanalistas y en las que la utilización de una medicación, ajustada a la clínica, nos permitirá un trabajo de desciframiento y comprensión de los síntomas , un abordaje que incluya al sujeto, su biografía, su historia, sus interacciones familiares, sociales, etc.

Los fármacos alivian pero no curan, lo cual nos lleva a la necesidad de tratamientos de otro tipo que apunten no solo a una mejoría sintomática si no a un cambio de la posición del sujeto frente a su goce. Hay que servirse de los fármacos cuando es necesario, utilizarlos, con la finalidad de calmar el sufrimiento y posibilitar un abordaje por la palabra que nos permita trabajar las causas subjetivas del malestar, pero en ningún caso el fármaco debe taponar o suturar las preguntas que todo ser hablante debe hacerse sobre lo que le ocurre.

Los fármacos han de ser para nosotros una herramienta , no un fin en si mismos como ocurre en algunos planteamientos actuales en los que la clínica se ve modelada en función de una determinada sustancia . Pondré un ejemplo, el diagnóstico de depresión resistente a los antidepresivos , que ilustra muy bien como los fármacos determinan un diagnóstico que es reduccionista.

Esta parcialidad del diagnostico es posible porque los diagnósticos en salud mental no son construcciones que se basen en una realidad empírica como ocurre en otras enfermedades infecciosas o degenerativas. Las llamadas enfermedades mentales recogen una serie de síndromes y los agrupan en función de unos criterios susceptibles de ser influidos por factores culturales, sociales es decir por un sistema de referencias ideológico. Los trastornos psíquicos no suelen tener alteraciones anatomopatológicas o funcionales demostrables y es por ello que los médicos, psiquiatras, psicólogos, psicoanalistas van a disputarse esas categorías en función de determinados referentes del orden de las ideas, o si se quiere de la hegemonía del mercado.

¿Qué solución habría para esta realidad de nuestro campo de trabajo? Comités que velaran por la inclusión de los diferentes factores que influyen en la enfermedad o el trastorno mental. En la actualidad, un peso importante de la autoridad científica, que finalmente es la que tiene voz y voto en la manera como se organiza la asistencia en salud mental, depende de lo que se consideran opiniones con evidencia científica. Probablemente no se le puede atribuir dicha evidencia científica ni a los problemas sociales de la gente, ni al peso que tienen las relaciones familiares o el deseo inconsciente que quedan sistemáticamente fuera de las planificaciones sanitarias .

Estamos llegando a una situación en la que se produce una lectura tan sesgada de la realidad psíquica que a los genes, a la serotonina se les atribuyen demasiadas cosas . Ya hace algún tiempo que llegan a nuestras consultas pacientes diciendo que tienen la serotonina baja, lo que requiere un trabajo importante para ir más allá de ese diagnóstico y conseguir que el paciente hable de si mismo, de lo que le pasa, de lo que le hace sufrir. Las demandas con las que acude la gente han cambiado y cada vez son menos una pregunta y más una respuesta ofrecida por el saber supuestamente científico.

2- La medicalización y el género

Aunque el incremento de la utilización de los psicofármacos es un hecho constatable en la clínica actual, hay una predominancia de la medicalización en el género femenino. En todos los estudios epidemiológicos se refleja este dato que pone de manifiesto que las mujeres consumen muchos más psicofármacos que los hombres . También es un hecho que la depresión , que es uno de los padecimientos que consume uno de los mayores gastos sanitarios de la actualidad, tiene mucha más incidencia en la población femenina que en la masculina .

Esta cuestión interroga a nuestra contemporaneidad y el mundo en el que viven las mujeres y como los ideales que se les ofrecen no siempre responden a su deseo. La cuestión femenina es central para entender al sujeto contemporáneo y es por ello que no se puede obviar esta cuestión

Diremos para comenzar que la depresión es un diagnóstico inespecífico ya que la tristeza, que es el afecto que la caracteriza se puede considerar como un sentimiento normal y necesario y que su ausencia puede resultar sospechosa en determinadas situaciones vitales de un ser humano.

Freud diferencia en Duelo y Melancolía , el duelo como un proceso normal frente a la pérdida de un ser querido, de la melancolía , sentimiento profundamente doloroso que puede llevar al delirio. Sabemos también que la escuela psicoanalítica kleiniana considera la llamada posición depresiva del niño como parte del desarrollo normal y necesario del sujeto , que permite separarse de la madre. El humor triste es por si mismo engañoso ya que alguien puede llorar de alegría , o estar triste porque las cosas le van demasiado bien. La tristeza pues es un afecto que engaña acerca de la causa. Tampoco sería la tristeza un síntoma, le falta la estructura y la consistencia. Es un estado anímico compatible con diferentes estructuras clínicas.

Hay que diferenciar entre la tristeza y la depresión. La depresión es algo más que la tristeza. Generalmente la incluye, pero específicamente consiste en una falta de ilusión , una inhibición, es decir una suspensión del deseo, una inapetencia apática y dolorosa. Existen depresiones en las que propiamente no encontramos la tristeza sino la inhibición. Además la tristeza supone cierta subjetivación, un reconocimiento, y a veces se sale de un estado depresivo por la tristeza . Seguramente todos habremos escuchado decir a un paciente: mejoré cuando pude empezar a llorar.

Es por ello que cuando un sujeto triste y llororoso acude a nuestra consulta hay que articular ese sentimiento a una realidad sujetiva que incluya la biografía, la situación relacional , la coyuntura vital, a una estructura clínica que es la única que nos dará el valor de ese fenómeno.

Es posible que el predominio de la depresión femenina sea explicable en parte por la propensión que tienen las mujeres a la queja. Las mujeres se quejan más , y es que la queja feminiza, de manera que del lado masculino se aprende pronto a contenerla mientras que del lado femenino se la utiliza y a menudo se la pone al servicio de la seducción. Lo cierto es que la confesión de debilidad, de tristeza y de desánimo son más compatibles con los standares de la feminidad . Todos hemos oído la frase los hombres no lloran dirigida a un niño por un mayor, como modelo de lo que debe ser la masculinidad.

También puede prestarse a confusión una posición neurótica del deseo, es decir la insatisfacción, con una depresión. El sujeto histérico se caracteriza por su dificultad en aceptarse como objeto de deseo de un hombre. Ella quiere ser deseada pero no gozada. La histeria se identifica a la falta de deseo , en oposición al objeto de deseo y esta identificación a la falta la hace con frecuencia aparecer como deprimida , ya que su deseo es deseo de deseo y aparece como insatisfecho. Por ello es importante precisar el fenómeno clínico y vincularlo a una estructura , que no es más que la relación de un sujeto a su deseo, para poder interpretarlo como una posición subjetiva inconsciente. Si por el contrario, en una lectura rápida, se diagnostica como depresión y se le aplica el correspondiente fármaco, se tapona la pregunta y se puede convertir al sujeto en un consumidor crónico de la píldora mágica.

Otra estructura a revisar es el llamado masoquismo femenino. El masoquismo es un fenómeno amplio y complejo que incluye el masoquismo verdaderamente perverso , y el masoquismo de todo sujeto sometido a la leyes del lenguaje. Ciertos textos freudianos han contribuido a relacionar el masoquismo con la posición femenina , pero si los estudiamos detenidamente en realidad de lo que habla es de las paradojas del goce en el ser hablante. Lacan por ejemplo no concede a la mujer la capacidad para la perversión y sitúa el masoquismo femenino como un fantasma masculino y hace un critica de lo que el llama un prejuicio. Es posible pensar que los cambios que se han producido en la posición femenina, en los modelos femeninos, en sus deseos y en sus conductas, comporten dificultades para los hombres pero sin duda también para las mujeres y que de ello hayan aparecido nuevos síntomas.

Aunque la actual civilización ha aportado una disminución de la discriminación femenina dado que la presencia de las mujeres en el terreno laboral e institucional, es cada vez mayor y que su marco ya no se reduce a las cuatro paredes del hogar conyugal, es decir ahora que el ser mujer no se reduce a ser madre y esposa, no por ello la pregunta por el ser mujer se hace menos acuciante . La emergencia de nuevos malestares, muchos de ellos diagnosticados masivamente como depresiones, son un exponente de esta realidad que merece una escucha atenta que permita a las mujeres una respuesta propia a esta complicada cuestión que en cada caso se presenta de manera particular.

Carmen Lafuente
Presentación de la mesa de debate:
LA VIDA MEDICADA
Espai Freud. Barcelona
7 de marzo de 2008
mail: 10457clb@comb.es