dijous, 11 de setembre del 2008

NUEVAS ENTIDADES CLINICAS Por M.L.Soto





No me refiero con este título a un tema frecuentemente abordado en los congresos
de los últimos años en el medio psicoanalítico y que se presenta bajo títulos del tipo
“nuevas formas de presentación de la histeria” o similares.
Ante todo quiero destacar que suele presentarse como un cambio en la presentación
del cuadro (ej. la histeria) y no siempre se define bien el alcance, el ámbito, donde tal
cambio ha tenido lugar. Cuestión que traería aparejada la respuesta a importantes “por
qués”. Si descuidamos estas preguntas puede parecer que el cambio ha sido “global”. Es
decir que estaríamos dando por hecho un fenómeno que por el momento es una propuesta
política y, más allá, quizás una realidad que el orden económico va constituyendo. Pero
que de ningún modo podemos dar por ya realizado y menos aun sus efectos subjetivos.
Además de asumir la prioridad del orden económico, cosa a la que no siempre se está
dispuesto, habría que explicar el “cómo” de ese proceso y, repito, determinar su ámbito;
porque la experiencia clínica nos sigue enfrentando, con gran frecuencia, a las mismas
histerias de siempre (es decir a las magníficamente descritas por Freud).
Los cambios ideológicos habidos en la psiquiatría americana, hace ya más de un par
de décadas, han tenido vastas consecuencias, particularmente la desaparición de la misma
histeria; a fuer de “ateórico” se nos propone (de hecho “impone”) un retorno a una
nosología sintomatológica particularmente propicia para la emergencia de “nuevas”
entidades clínicas. Y es esto lo que propongo de interés para ser abordado por los colegas.
Me refiero a cosas como la “fatiga crónica”, la “fibromialgia”, la “bulimia”, etc. Si las
aceptamos irreflexivamente debido al enfoque nosológico (no menos que a la presión
periodística) podemos, no solo sumarnos, hacernos cómplices de la regresión teórica que
implican, sino al mismo tiempo, dejar que se nos escape de las manos la unidad
estructural de la variedad fenoménica con la que se presentan cuadros ya propuestos por
la psiquiatría clásica y luego redefinidos por el psicoanálisis.
Las consecuencias clínicas no son menos importantes. No sólo para la salud pública,
incapaz de delimitar la realidad del cuadro (se hacen necesarias inspecciones destinadas a
averiguar si el paciente no está “mintiendo”) sino, y mucho más importante, por los
efectos iatrogénicos que estas “propuestas” nosológicas tienen para pacientes que, con
gran frecuencia, llevados por la necesidad de hacerse con una identificación que, sabemos,
no nos es dada “de suyo”, están dispuestos a cualquier precio a ponerse bajo estos
significantes, y más si se presentan bien arropados por “asociaciones” de carácter
reivindicativo (recordad, colegas, el excelente trabajo de Deleuze al respecto). Esto tiene
lugar tanto en la histeria (y la fobia) como en los cuadros “psicopáticos”.
No es mi interés, en este breve recordatorio, desarrollar los temas a los que me
refiero, y los muchos allí implicados, sino poner de relieve su existencia.


M. L. Soto